Hoy, 30 de abril, conmemoramos a San JOSÉ BENITO COTTOLENGO, Sacerdote.
SAN JOSÉ BENITO COTTOLENGO (1786-1842) nació en Bra, en el Cuneo, Italia; fue el mayor de los 12 hijos de un mercader de panes.
Desde muy joven, José Benito se sintió atraído por el estudio de la Iglesia, y esquivó adversidades para poder graduarse en teología en Turín, donde se hizo sacerdote. Sin embargo, al atender la muerte dramática de una mujer pobre que dejaba en orfandad a media docena de hijos, conmovido se dio cuenta de que su verdadera vocación era ayudar a los más necesitados.
Cerca de dicha ciudad, en un lugar llamado Valdocco, fundó en 1828 la “Pequeña Casa de la Divina Providencia”, un hogar para los enfermos rechazados de los hospitales, para discapacitados, huérfanos, inválidos y mujeres sin hogar, todos los cuales formaban ahí una “familia”.
La Pequeña Casa ofrecía refugio y asistencia a todo tipo de personas rechazadas y marginadas de la sociedad, ayudando a que se sintieran valoradas y aceptadas, y ofreciéndoles la salvación en el cristianismo.
“El Cottolengo”, como se conoce a San José Benito, “canónigo bueno”, instituyó numerosas congregaciones, como los frailes de la Santísima Trinidad, diversas familias de hermanas y hermanos de San Vicente y el seminario de los Tomasinos.
Abrumado por el trabajo, San José Benito Cottolengo falleció en santa paz en Chieri, cerca de Turín, rodeado por su “familia”. Se le recuerda como precursor de la asistencia hospitalaria. El hospital que fundó continúa operando, y en la actualidad cuenta con dos mil camas.
El papa Pío XI canonizó a San José Benito Cottolengo en 1934.
SAN JOSÉ BENITO COTTOLENGO nos enseña el valor de la compasión por los más necesitados.
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San José Cottolengo ruega por nosotros que peregrinamos en este suelo lleno de tribulaciones porque el mundo está cada vez más lejos de Dios y de su Madre Santísima. Intercede para que la mujer sea respetada, valorada y acaben las muertes violentas, el trato inadecuado como si las mujeres fuéramos objeto de uso, de placer, una propiedad de alguien y nada más; que se reconozca y valore su dignidad igual a la del varón, creados a imagen y semejanza de Dios. Que las madres eduquemos a nuestros hijos de manera que comprendan que varón y mujer están en los planes del Señor y que nadie puede ejercer violencia sobre el otro, de ninguna manera, ni física ni espiritual. Que por tu intermedio el buen Dios escuche, San José Cottolengo, las súplicas que dirigimos para que acaben las muertes de mujeres a manos de hombres que olvidan que han nacido de mujer y que sus hijos también son fruto de mujeres que se animaron a darles vida en circunstancias que sólo ellas conocen y padecen. Gracias por tu intercesión!!! Madre bendita de Guadalupe: ruega por todas tus hijas y todos tus hijos. Gracias!!! María J.
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