Hoy, 13 de septiembre, conmemoramos a San JUAN CRISÓSTOMO, Doctor de la Iglesia.
SAN JUAN CRISÓSTOMO (¿349?-407) nació en Antioquía, la actual Antakya, Turquía, en el seno de una familia acaudalada.
Al morir su padre siendo él de corta edad, su madre, Santa Antusa, se encargó completamente de su educación, con un énfasis particular en la formación religiosa.
San Juan Crisóstomo, “El-de-la-boca-de-oro”, estudió el arte de la oratoria con el retórico griego Libanio, y fue bautizado en 372. Estudió teología en Antioquía, y a continuación se retiró al desierto, a vivir como ermitaño en completa soledad.
Años después regresó, muy enfermo. En Antioquía se repuso, y poco después fue ordenado como diácono y sacerdote por el obispo Fabián.
San Juan Crisóstomo se volvió célebre como predicador. En sus sermones, su intención era siempre la de cambiar el comportamiento de su auditorio, más que simplemente comentar pasajes de las escrituras.
En 397, San Juan Crisóstomo fue llamado a Bizancio, la actual Estambul, por el emperador del Imperio Romano de Oriente, Flavio Arcadio, para ser nombrado sucesor del Patriarca Netario. Al año siguiente fue confirmado como Patriarca de Constantinopla por el Patriarca de Alejandría, Teófilo.
La labor de San Juan Crisóstomo fue tenaz en favor de los pobres: fundó numerosos hospitales, organizó misiones y se preocupó por evangelizar regiones remotas.
Siendo un consumado moralista, San Juan Crisóstomo pronto comenzó a criticar los lujos y dispendios de los ricos de la ciudad y de la vida en la corte. Esto lo llevó a caer en el descrédito de la emperatriz Eudosia.
Cuando se presentó la oportunidad política, en 404 San Juan Crisóstomo fue enviado por sus enemigos al exilio a Kukusus, en Armenia (la actual Göksun, Turquía). Sin embargo lo mandaron llamar de nuevo a la corte, pues Eudosia había enfermado.
Pero cuando la emperatriz sanó, San Juan Crisóstomo fue proscrito otra vez y exilado, en esta ocasión a la soledad del monte Taurus, a Pityus Kolchis, que actualmente se llama Sochumi, en Georgia. Ahí falleció, extenuado, en 407.
Al conocerse la noticia, los numerosos partidarios de San Juan Crisóstomo protestaron, y no reconocieron al nuevo emperador de Oriente, Teodosio II, hasta que las reliquias del Crisóstomo fueron llevadas a Constantinopla en 438.
Siglos después, luego de la Cuarta Cruzada, las reliquias de San Juan Crisóstomo fueron llevadas a Roma, donde reposaban en la capilla del coro de la Basílica de San Pedro.
En 2004, como gesto de buena voluntad, el papa Juan Pablo II devolvió estas reliquias al actual Patriarca de Constantinopla de la Iglesia Ortodoxa.
San Juan Crisóstomo supo cómo hacer que la teología de su época pudiera ser entendida ampliamente por sus escuchas. Su copiosa obra escrita tuvo mucha importancia durante la Edad Media.
En 1908, San Juan Crisóstomo fue nombrado santo patrono de los predicadores por el papa Pío X
SAN JUAN CRISÓSTOMO nos enseña el valor de dominar la fuerza de las palabras.
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SAN JUAN CRISÓSTOMO (¿349?-407) nació en Antioquía, la actual Antakya, Turquía, en el seno de una familia acaudalada.
Al morir su padre siendo él de corta edad, su madre, Santa Antusa, se encargó completamente de su educación, con un énfasis particular en la formación religiosa.
San Juan Crisóstomo, “El-de-la-boca-de-oro”, estudió el arte de la oratoria con el retórico griego Libanio, y fue bautizado en 372. Estudió teología en Antioquía, y a continuación se retiró al desierto, a vivir como ermitaño en completa soledad.
Años después regresó, muy enfermo. En Antioquía se repuso, y poco después fue ordenado como diácono y sacerdote por el obispo Fabián.
San Juan Crisóstomo se volvió célebre como predicador. En sus sermones, su intención era siempre la de cambiar el comportamiento de su auditorio, más que simplemente comentar pasajes de las escrituras.
En 397, San Juan Crisóstomo fue llamado a Bizancio, la actual Estambul, por el emperador del Imperio Romano de Oriente, Flavio Arcadio, para ser nombrado sucesor del Patriarca Netario. Al año siguiente fue confirmado como Patriarca de Constantinopla por el Patriarca de Alejandría, Teófilo.
La labor de San Juan Crisóstomo fue tenaz en favor de los pobres: fundó numerosos hospitales, organizó misiones y se preocupó por evangelizar regiones remotas.
Siendo un consumado moralista, San Juan Crisóstomo pronto comenzó a criticar los lujos y dispendios de los ricos de la ciudad y de la vida en la corte. Esto lo llevó a caer en el descrédito de la emperatriz Eudosia.
Cuando se presentó la oportunidad política, en 404 San Juan Crisóstomo fue enviado por sus enemigos al exilio a Kukusus, en Armenia (la actual Göksun, Turquía). Sin embargo lo mandaron llamar de nuevo a la corte, pues Eudosia había enfermado.
Pero cuando la emperatriz sanó, San Juan Crisóstomo fue proscrito otra vez y exilado, en esta ocasión a la soledad del monte Taurus, a Pityus Kolchis, que actualmente se llama Sochumi, en Georgia. Ahí falleció, extenuado, en 407.
Al conocerse la noticia, los numerosos partidarios de San Juan Crisóstomo protestaron, y no reconocieron al nuevo emperador de Oriente, Teodosio II, hasta que las reliquias del Crisóstomo fueron llevadas a Constantinopla en 438.
Siglos después, luego de la Cuarta Cruzada, las reliquias de San Juan Crisóstomo fueron llevadas a Roma, donde reposaban en la capilla del coro de la Basílica de San Pedro.
En 2004, como gesto de buena voluntad, el papa Juan Pablo II devolvió estas reliquias al actual Patriarca de Constantinopla de la Iglesia Ortodoxa.
San Juan Crisóstomo supo cómo hacer que la teología de su época pudiera ser entendida ampliamente por sus escuchas. Su copiosa obra escrita tuvo mucha importancia durante la Edad Media.
En 1908, San Juan Crisóstomo fue nombrado santo patrono de los predicadores por el papa Pío X
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