Hoy, 15 de septiembre, conmemoramos a Santa CATALINA de GÉNOVA, Mística.
SANTA CATALINA DE GÉNOVA (1447-1510) nació en Génova, Italia, en el seno de una de las principales familias de la nobleza local.
Catalina Fieschi era hija del virrey de Nápoles. A su familia pertenecieron también los papas Inocencio IV y Adrián V.
A los 16 años la casan por conveniencia con un noble genovés, Julián Adorno, un hombre de vida disipada y frívola, contrario a la piedad natural de su esposa.
Pasados diez años de un matrimonio atroz, Santa Catalina visitó un día de 1473 a su hermana Limbania, que vivía en un convento en Génova.
Ahí tuvo sus primeras visiones místicas, en las que Jesús se le apareció, le mostró sus llagas y le hizo reposar la cabeza en su hombro.
A raíz de este éxtasis, Santa Catalina de Génova cambió su vida: se dedicó a vivir como asceta, pero al mismo tiempo dedicó su vida al cuidado de los enfermos y moribundos, especialmente durante dos epidemias de peste que asolaron su ciudad en aquellos años.
Tal era su devoción, que su marido aceptó convertirse y vivir en celibato. Él entró a la orden franciscana terciaria, y años después falleció durante una epidemia.
Durante la Cuaresma, Santa Catalina de Génova guardaba ayuno completo, alimentándose únicamente de la Eucaristía, la cual recibía todas las mañanas.
Las visiones místicas de Santa Catalina de Génova quedaron plasmadas en su libro Diálogos del alma y el cuerpo. Durante años padeció una enfermedad que la fue deteriorando poco a poco. Sin embargo, ella nunca dejó de trabajar en el hospital donde sirvió con amor durante más de cuarenta años.
Santa Catalina de Génova fue canonizada en 1737 por el papa Clemente XII. Sus restos mortales se conservan en la iglesia de la Anunciación, en Génova.
SANTA CATALINA DE GÉNOVA nos enseña la importancia de combinar la contemplación con la acción.
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SANTA CATALINA DE GÉNOVA (1447-1510) nació en Génova, Italia, en el seno de una de las principales familias de la nobleza local.
Catalina Fieschi era hija del virrey de Nápoles. A su familia pertenecieron también los papas Inocencio IV y Adrián V.
A los 16 años la casan por conveniencia con un noble genovés, Julián Adorno, un hombre de vida disipada y frívola, contrario a la piedad natural de su esposa.
Pasados diez años de un matrimonio atroz, Santa Catalina visitó un día de 1473 a su hermana Limbania, que vivía en un convento en Génova.
Ahí tuvo sus primeras visiones místicas, en las que Jesús se le apareció, le mostró sus llagas y le hizo reposar la cabeza en su hombro.
A raíz de este éxtasis, Santa Catalina de Génova cambió su vida: se dedicó a vivir como asceta, pero al mismo tiempo dedicó su vida al cuidado de los enfermos y moribundos, especialmente durante dos epidemias de peste que asolaron su ciudad en aquellos años.
Tal era su devoción, que su marido aceptó convertirse y vivir en celibato. Él entró a la orden franciscana terciaria, y años después falleció durante una epidemia.
Durante la Cuaresma, Santa Catalina de Génova guardaba ayuno completo, alimentándose únicamente de la Eucaristía, la cual recibía todas las mañanas.
Las visiones místicas de Santa Catalina de Génova quedaron plasmadas en su libro Diálogos del alma y el cuerpo. Durante años padeció una enfermedad que la fue deteriorando poco a poco. Sin embargo, ella nunca dejó de trabajar en el hospital donde sirvió con amor durante más de cuarenta años.
Santa Catalina de Génova fue canonizada en 1737 por el papa Clemente XII. Sus restos mortales se conservan en la iglesia de la Anunciación, en Génova.
SANTA CATALINA DE GÉNOVA nos enseña la importancia de combinar la contemplación con la acción.
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