SAN PABLO EL ERMITAÑO (228-342), nació cerca de la ciudad egipcia de Tebas, en la época en que el imperio romano perseguía a los cristianos.
Fue el primer santo que se retiró del mundo a la soledad de un lugar apartado para dedicarse a orar.
Cuando la persecución llegó a donde vivía, él optó por esconderse. Sin embargo fue delatado y su única escapatoria fue huir al desierto.
Se refugió en una cueva, cerca de una palmera y de un ojo de agua.
Se refugió en una cueva, cerca de una palmera y de un ojo de agua.
Se vestía con las hojas de la palmera, y se alimentaba de sus dátiles. Se dice que cuando no había dátiles, un cuervo le llevaba cada día medio pan. Así se alimentaba.
Al darse cuenta de que con tal soledad podía hablar mejor con Dios, decidió permanecer ahí el resto de sus días, en penitencia y oración.
Cuando tenía 113 años de edad y 90 de vivir en soledad rezando por la salvación del mundo, lo encontró San Antonio Abad, quien sin conocerle había salido en su busca.
Al darse cuenta de que con tal soledad podía hablar mejor con Dios, decidió permanecer ahí el resto de sus días, en penitencia y oración.
Cuando tenía 113 años de edad y 90 de vivir en soledad rezando por la salvación del mundo, lo encontró San Antonio Abad, quien sin conocerle había salido en su busca.
Después del memorable encuentro, San Antonio tuvo una visión de la muerte de Pablo. Regresó a buscarle, y en efecto éste había fallecido.
Se cuenta que dos leones se aparecieron y le ayudaron a enterrar el cadáver.
SAN PABLO EL ERMITAÑO nos enseña la importancia de la renuncia, la oración y la meditación.
Se cuenta que dos leones se aparecieron y le ayudaron a enterrar el cadáver.
SAN PABLO EL ERMITAÑO nos enseña la importancia de la renuncia, la oración y la meditación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tus comentarios son bien recibidos. ¡Gracias!