Hoy, 23 de octubre, conmemoramos a San JUAN de CAPISTRANO, Predicador.
SAN JUAN de CAPISTRANO (1386-1456) nació en Capistrano, en Abrucio, Italia, hijo de un barón alemán y de una mujer de la región.
El padre de San Juan Capistrano había llegado al reino de Nápoles con la corte de Luis I Anjou de Hungría y Polonia, y murió cuando su hijo era aún pequeño.
Juan se destacó por su facilidad para los estudios y por su inteligencia, y esto lo demostró al graduarse de jurisprudencia por la Universidad de Perugia y convertirse en juez de esa ciudad a los 26 años.
Con el futuro por delante, llegó a estar comprometido con la bella hija de un conde. En 1415, sin embargo, debido a los desmanes de las guerras civiles en las ciudades italianas, San Juan de Capistrano fue arrojado a un calabozo.
Durante el tiempo que pasó prisionero, San Juan experimentó una profunda conversión. Al ser liberado finalmente, deshizo su compromiso matrimonial, y fue su deseo volverse franciscano.
San Juan de Capistrano ingresó al monasterio de Monteripido, donde fue discípulo y amigo de San Bernardino de Siena, quien con el tiempo le hizo advertir sus talentos como predicador.
Luego de ser ordenado sacerdote hacia 1420, y de una breve estancia en la corte del papa Martín V en Mantua, San Juan Capistrano comenzó con gran éxito su labor de predicador popular e inquisidor itinerante.
Su principal interés, junto con el de su cofrade, era el fortalecimiento del papado, que se había visto debilitado por cismas en esos tiempos. A ello dedicó gran parte de sus viajes misioneros. San Juan de Capistrano participó también en la reforma de la Orden Franciscana de 1446.
Más adelante, el papa Nicolás V le encomendó proseguir su labor de predicador por una zona de Europa que había quedado dañada espiritualmente; en concreto: Alemania, Austria, Bohemia, Polonia y los Países Bajos.
San Juan de Capistrano predicó durante 40 años todos los días, dejando a sus escuchas encantados con sus palabras. Fundó hospitales, organizó trabajos sociales, y a la vez fue consejero espiritual de diversos gobernantes y poderosos.
De él se conservan copias de muchas de sus prédicas, así como una cuantiosa correspondencia y escritos sobre teología moral.
Parte de su vida abogó por que se emprendiera una cruzada religiosa contra los turcos; con sus sermones para alentar a los combatientes contribuyó en parte a la victoria de la cristiandad en la batalla de Belgrado, en 1456, por lo que se le consideró “Salvador de Europa”.
Al encontrarse en Ilok, Hungría, actualmente Croacia, falleció San Juan Capistrano de tifo, y fue enterrado en la iglesia franciscana de ahí. Su tumba fue saqueda en 1526 a causa de las guerras de la Reforma, y sus reliquias se perdieron.
En 1690, San Juan de Capistrano fue canonizado por el papa Alejandro VIII. Es el santo patrono de los juristas y abogados. Se le representa iconográficamente con una bandera de Cruzado.
SAN JUAN CAPISTRANO nos enseña el valor de iluminar con la palabra.
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SAN JUAN de CAPISTRANO (1386-1456) nació en Capistrano, en Abrucio, Italia, hijo de un barón alemán y de una mujer de la región.
El padre de San Juan Capistrano había llegado al reino de Nápoles con la corte de Luis I Anjou de Hungría y Polonia, y murió cuando su hijo era aún pequeño.
Juan se destacó por su facilidad para los estudios y por su inteligencia, y esto lo demostró al graduarse de jurisprudencia por la Universidad de Perugia y convertirse en juez de esa ciudad a los 26 años.
Con el futuro por delante, llegó a estar comprometido con la bella hija de un conde. En 1415, sin embargo, debido a los desmanes de las guerras civiles en las ciudades italianas, San Juan de Capistrano fue arrojado a un calabozo.
Durante el tiempo que pasó prisionero, San Juan experimentó una profunda conversión. Al ser liberado finalmente, deshizo su compromiso matrimonial, y fue su deseo volverse franciscano.
San Juan de Capistrano ingresó al monasterio de Monteripido, donde fue discípulo y amigo de San Bernardino de Siena, quien con el tiempo le hizo advertir sus talentos como predicador.
Luego de ser ordenado sacerdote hacia 1420, y de una breve estancia en la corte del papa Martín V en Mantua, San Juan Capistrano comenzó con gran éxito su labor de predicador popular e inquisidor itinerante.
Su principal interés, junto con el de su cofrade, era el fortalecimiento del papado, que se había visto debilitado por cismas en esos tiempos. A ello dedicó gran parte de sus viajes misioneros. San Juan de Capistrano participó también en la reforma de la Orden Franciscana de 1446.
Más adelante, el papa Nicolás V le encomendó proseguir su labor de predicador por una zona de Europa que había quedado dañada espiritualmente; en concreto: Alemania, Austria, Bohemia, Polonia y los Países Bajos.
San Juan de Capistrano predicó durante 40 años todos los días, dejando a sus escuchas encantados con sus palabras. Fundó hospitales, organizó trabajos sociales, y a la vez fue consejero espiritual de diversos gobernantes y poderosos.
De él se conservan copias de muchas de sus prédicas, así como una cuantiosa correspondencia y escritos sobre teología moral.
Parte de su vida abogó por que se emprendiera una cruzada religiosa contra los turcos; con sus sermones para alentar a los combatientes contribuyó en parte a la victoria de la cristiandad en la batalla de Belgrado, en 1456, por lo que se le consideró “Salvador de Europa”.
Al encontrarse en Ilok, Hungría, actualmente Croacia, falleció San Juan Capistrano de tifo, y fue enterrado en la iglesia franciscana de ahí. Su tumba fue saqueda en 1526 a causa de las guerras de la Reforma, y sus reliquias se perdieron.
En 1690, San Juan de Capistrano fue canonizado por el papa Alejandro VIII. Es el santo patrono de los juristas y abogados. Se le representa iconográficamente con una bandera de Cruzado.
SAN JUAN CAPISTRANO nos enseña el valor de iluminar con la palabra.
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