Hoy, 17 de diciembre, conmemoramos a Santa VIVINA, Abadesa.
SANTA VIVINA (1103-1170) nació en Oisy, el actual Oisy-le-Verger, en el norte de Francia, en el seno de una familia de la aristocracia local.
Santa Vivina, o Wivina, era hija de Hugo de Oisy, de una familia de importantes señores feudales, y fue educada en el cristianismo.
Cuando Santa Vivina cumplió 15 años de edad, decidió consagrar su vida completamente a la religión, a pesar de que eran varios los caballeros que la pretendían.
Uno de ellos, un aristócrata llamado Ricardo, al enterarse de la renuncia de Santa Vivina al mundo enfermó de amores, y su misteriosa enfermedad lo tuvo al borde de la muerte.
Santa Vivina acudió entonces a ver al enfermo, y rezando fervorosamente día y noche consiguió que Ricardo se restableciera de manera milagrosa.
A los 23 años de edad, Santa Vivina dejó la mansión paterna y con algunas compañeras se retiró a un bosque cercano a Bruselas, en Grand-Bigard, o Groot-Bijgaarden, donde construyó un oratorio y todas empezaron a vivir como ermitañas.
Cuando pasó por ahí el noble conde Godofredo de Brabante, al ver la situación les ofreció la donación de un extenso predio para fundar un priorato, a lo cual Santa Vivina accedió con gusto. Era el año 1133.
Esta fundación habría de convertirse con el tiempo en la abadía benedictina de Santa Vivina de Grand-Bigard. Su vida monacal se desarrolló bajo la tutela de la abadía de Afflighem, protegida de la familia ducal de Brabante.
Al final de sus días, Santa Vivina, que seguía siendo la abadesa, tuvo que lidiar con protestas de internas por la austeridad con que aplicaba la regla, pero acalló los descontentos realizando el milagro de encender con sus solas palabras una vela que se había apagado.
En la actualidad, Santa Vivina sigue siendo una de las santas más veneradas en Bélgica. Sus reliquias se encuentran en la iglesia de Notre-Dame du Sablon, en Bruselas.
SANTA VIVINA nos enseña la importancia de hacer fructificar las buenas intenciones.
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SANTA VIVINA (1103-1170) nació en Oisy, el actual Oisy-le-Verger, en el norte de Francia, en el seno de una familia de la aristocracia local.
Santa Vivina, o Wivina, era hija de Hugo de Oisy, de una familia de importantes señores feudales, y fue educada en el cristianismo.
Cuando Santa Vivina cumplió 15 años de edad, decidió consagrar su vida completamente a la religión, a pesar de que eran varios los caballeros que la pretendían.
Uno de ellos, un aristócrata llamado Ricardo, al enterarse de la renuncia de Santa Vivina al mundo enfermó de amores, y su misteriosa enfermedad lo tuvo al borde de la muerte.
Santa Vivina acudió entonces a ver al enfermo, y rezando fervorosamente día y noche consiguió que Ricardo se restableciera de manera milagrosa.
A los 23 años de edad, Santa Vivina dejó la mansión paterna y con algunas compañeras se retiró a un bosque cercano a Bruselas, en Grand-Bigard, o Groot-Bijgaarden, donde construyó un oratorio y todas empezaron a vivir como ermitañas.
Cuando pasó por ahí el noble conde Godofredo de Brabante, al ver la situación les ofreció la donación de un extenso predio para fundar un priorato, a lo cual Santa Vivina accedió con gusto. Era el año 1133.
Esta fundación habría de convertirse con el tiempo en la abadía benedictina de Santa Vivina de Grand-Bigard. Su vida monacal se desarrolló bajo la tutela de la abadía de Afflighem, protegida de la familia ducal de Brabante.
Al final de sus días, Santa Vivina, que seguía siendo la abadesa, tuvo que lidiar con protestas de internas por la austeridad con que aplicaba la regla, pero acalló los descontentos realizando el milagro de encender con sus solas palabras una vela que se había apagado.
En la actualidad, Santa Vivina sigue siendo una de las santas más veneradas en Bélgica. Sus reliquias se encuentran en la iglesia de Notre-Dame du Sablon, en Bruselas.
SANTA VIVINA nos enseña la importancia de hacer fructificar las buenas intenciones.
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